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Oh amigos de los domingos y de las tardes de café con pasteles. Vosotros, amantes de las delicatessen más vintage y diferente ahora que la repostería americana se ha hecho un importante hueco en los medios y ha empujado a que os imaginéis a vosotros mismos colocando un pie de manzana en el alféizar de la ventana ataviados con un delantal de volantillos, y posando con una pierna levantada cual abanderadas pin-up del dulce. Pero apostamos a que también sabéis disfrutar de los clásicos que se esconden tras las vitrinas de vuestras confiterías de barrio y que aparentemente tienen tanto glamour como una medalla magnética de San Pancracio en el salpicadero de un deportivo: ninguno.
Hoy os traemos una de esas recetas que siempre habéis querido saber cómo se hacen y una vez las probéis, os preguntaréis cómo no la habéis hecho antes. Y como no hay que airearla en ninguna ventana, estará libre de los excrementos de algún golondrino de entrañas distendidas. Nos gusta lo diferente, pero esto último no es lo que entendemos por gastronomía fusión.
Decid hola a la «Receta de las milhojas de crema que manchan tu nariz de chocolate». Un delicioso y crujiente clásico que podréis cocinar en casa y consumir por toneladas.
Dos crujientes láminas de hojaldre recién horneado, intercaladas por un suave bizcocho genovés emborrachado en anís y todo bañado entre obscenas cantidades de crema pastelera de vainilla. Yo no sé vosotros, pero para nosotros esto parece un buen plan.
En primer lugar lo primero que debéis plantearos es si preferís crear una super-milhoja gigante y cortarla en porciones, o si por el contrario sois más de elaborar raciones pequeñas y controladas. Nosotros nos decantamos por esta última. Nos proporcionó mayor margen de error y pudimos solventar un par de problemas en la receta sin acabar con una plancha de hojaldre entera en la basura y grandes dosis de cabreo y frustración. Porque así es como se crean los asesinos en serie. Como en las orgías, trabajar a lo grande resulta indudablemente más fácil y rápido... si no es tu primera vez. De lo contrario la experiencia puede ser horrible y os traumatizará de por vida. Cualquiera que sea el método que empleéis, empezaremos precalentando el horno a 180ºC.
Son preparaciones muy básicas y rápidas que pueden cocinarse simultáneamente en apenas diez minutos. Creednos, un cocido madrileño es física experimental comparado con esto. Mientras hervís el agua para la crema, dejáis la batidora dándole al bizcocho y en un ratito ambas estarán listas. Hay que dejar enfriar tanto el bizcocho como la crema, y si ésta última la hacéis un poco más espesa de lo habitual -dejando que se consuma un poco el agua al hervirla-, mejor.
Con ayuda de un poco de harina y el rodillo, extendemos la masa de hojaldre hasta dejar un grosor aproximado de un par de milímetros. Recordad que vamos a montar las láminas una encima de la otra, de forma que hay que recortarlas todas del mismo tamaño.
Colocamos las láminas sobre un papel de horno y las pinchamos para que no suban demasiado. Las espolvoreamos con azúcar glass y las tapamos con otra lámina de papel de horno para que no pase frío. El hojaldre es más fuerte que los malos de los Power Rangers y querrá crecer y ponerse grande, así que tendremos que colocarle encima algo de peso durante el horneado para bajarle los humos. Hornearemos nuestras planchas durante unos 15min. a 180ºC. o hasta que veamos que comienzan a coger un color dorado. Ojo con pasarse, no hay nada más asqueroso y amargo que el hojaldre retostado.
Con el hojaldre horneado y frío, comenzamos a montar la milhoja. Para ello cortamos el bizcocho genovés del mismo tamaño que el hojaldre. Aplicamos una capa generosa de crema, la extendemos y montamos el bizcocho encima. Cuanto más espesa y fría la crema, menos probabilidades tendremos de que comience a expandirse por el peso y a derramarse desbordándose por los laterales.
El bizcocho genovés de base está más seco que el ojo de un tuerto, así que lo alegraremos diluyendo un chorrito de anís dulce en una taza de agua y empapándolo bien con la ayuda de una brocha o con una cuchara.
Aplicamos la segunda capa de crema pastelera y cerraremos el círculo del perfecto michelín, tapando el conjunto con una segunda lámina de hojaldre. Para mantenerlo de una pieza, lo mantendremos en la nevera mientras preparamos el chocolate. Si vais a tardar más de la cuenta en hacerlo, recordad que tenéis que envolverlas en film si no queréis que quede una costra seca y amarilla de crema.
Para ello, lo fundimos al microondas, al baño María o en una de estas maravillosas fondues de chocolate que por poco menos de 20 eur. en Amazon, además te lo mantienen caliente, no te lo queman por exceso de temperatura, son anti-adherentes y además también sirve para fundir los Candymelts™.
Vertemos el chocolate con amor, y lo extendemos con la ayuda de una paleta. Cuanto menos perfecto, más rústico quedará.
Ahora sólo hay que esparcir unos pocos toppings de cacahuete caramelizado antes de que el chocolate se seque y voilá, a disfrutar de vuestro propio alijo de milhojas que parecerá no tener fin.
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